Sobre ruedas

martes, 6 de abril de 2010




Elisa Tuyaré, adolescente de 20 años, ha vivido en lo largo de su vida en dos lugares, entre el campo y la cuidad. Ha viajado 40 km por día, desde los cuatro años, para ir a estudiar.

¿Si pudieras elegir un momento o situación de tu vida que te haya marcado cuál sería?

El vivir tan lejos de donde estudiaba. Yo vivía y sigo haciéndolo, en Canelón Chico, una zona rural situada cerca de Las Piedras pero mis padres no quisieron mandarme a la escuela de allí, sino que me inscribieron en el Colegio Alemán de Montevideo. Eran 45 minutos de viaje en auto y cuando era una niña eso me mataba.

¿Cómo era tu relación con los demás niños del colegio?

Buena, no tuve problemas en hacer amigos, desde el primer día ya me hice mi grupo, pero lo que me dificultaba era hacer cosas extras fuera de clase, no podía ir a cumpleaños ni a la casa de mis amigas porque ya que mis padres tenían que hacer un largo viaje, los fines de semana trataban de descansar. Con los niños que vivían cerca de casa, a los cuales conocía del jardín, los comencé a ver menos hasta perder contacto completo. Ellos tenían otros horarios y yo pasaba poco tiempo en casa.

¿Tus padres trabajaban en Canelón Chico?

Mi madre sí, es médica y trabaja en la policlínica de la zona. Además, trabajaba en Progreso, Las Piedras y San Antonio. Mi padre, en cambio, trabajaba en Montevideo pero al tener un solo vehículo mi madre nos llevaba, a mis hermanos y a mí al Colegio y después se iba a trabajar.

¿Cuántos hermanos tenes?

Tengo tres hermanas y un hermano, yo soy la del medio. Siempre dicen que la del medio es la más traumada, espero que no sea mi caso. En el Alemán, éramos “famosos” por nuestra impuntualidad, era difícil para mi madre despertarnos a todos, por vivir tan lejos y por ser tantos. En ese colegio no era común una familia grande, así que nos pasábamos desapercibidos. En un principio si llegabas tarde no te dejaban entrar hasta que terminara esa clase, así que nos comimos largas esperas en el hall. Por suerte, más adelante lo cambiaron y solo ponían llegada tarde.

¿Cómo es tu relación con tus hermanos?

Muy buena, somos muy unidos. Mi madre nos crió con la idea de que todo es de todos. Lo que nos compraba, sea ropa, juguetes o lo que sea, teníamos que compartirlo a pesar de que se lo comprara a uno de nosotros específicamente. ¡Odiaba eso! Si me peleaba con alguna de mis hermanas y no le quería prestar algo, mi madre intervenía y me hacía dárselo.

Y si tenías que esperar ¿dónde lo hacías?

En jardinera en portería. Hasta el día de hoy José, el portero, me recuerda y siempre paso a saludarlo. José me ayudaba a hacer los deberes y siempre me hacía chistes. Por suerte no era la única que esperaba, mi actual mejor amiga, vivía en Paso Carrasco, así que esperábamos juntas, aunque en esa época yo la peleaba bastante y no nos llevábamos muy bien. Después, cuando pase a la escuela, había una sala de espera con juegos de caja, donde todos los niños que tenían que esperar a que los vinieran a buscar o a alguna actividad, debían aguardar ahí. Al crecer, todo mejoró porque ya me pude manejar yo sola.

Si tenías algún cumpleaños ¿no podías ir?

A algunos sí, pero el problema era que tenía que arreglar con alguna amiga, y se complicaba un poco cuando era chica.

¿Hoy en día como te sentís viviendo allí?

Lo veo de otra manera, me gusta vivir en Canelón Chico porque es tranquilo y el lugar es hermoso, pero todavía tengo problemas con el traslado. Dependo de un ómnibus que pasa cinco veces al día, cada tres horas. Después de las 20 y 30, ya no tengo más trasporte. Por supuesto que si un día me tengo que volver más tarde mis padres me van a buscar a Las Piedras, que está a 10 km de casa, y tiene más frecuencia de ómnibus. ¡Si tuviese un auto propio sería feliz!

¿Crees que te ha marcado para mal esta situación?

No, creo que me ha traído desventajas en algunos aspectos, como el perder tiempo esperando ómnibus, o llegar tarde a casa y levantarme más temprano que la mayoría de mis compañeros. Sin embargo, me ayudó en muchas otras cosas también. Mis amigas bromean con que soy una guía de ómnibus, porque siempre sé que línea hay que tomar para ir a determinado lugar. Además, al tener que depender de mis amigas para salir de noche o ir a cumpleaños me unió mucho más a ellas, sobre todo con una de ellas, Marisa, que era donde por lo general me quedaba. Pasaba fin de semanas enteros en su casa, y su hermano chico, que lo vi crecer dice que soy su hermana postiza. Creo fue una experiencia que me hizo crecer y me hizo la persona que soy hoy en día.

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