Estructura perfil

miércoles, 5 de mayo de 2010

-Datos históricos: contexto histórico, que estaba ocurriendo en ese momento en Alemania.
-Historia personal de la guerra: cómo Richard vivió esa situación, cómo empezó en el ejército.
-Citas de los involucrados: opiniones y citas sobre su esposa Anneliese y sobre él.
-Historia personal de la guerra: volvemos a situaciones del protagonista.
-Actualidad, conocer más al personaje, la vida de Richard hoy en día, dónde vive, detalles de su personalidad.

“Me salvó de la muerte saber hablar ruso”

martes, 4 de mayo de 2010


Traductor alemán preso por el ejército soviético

Richard Ganss fue reportado a Siberia durante la Segunda Guerra Mundial por ser soldado del ejército alemán. Estuvo preso por seis años pero no fue torturado, ya que era útil por ser de los únicos que sabían hablar alemán y ruso. 60 años después Richard recuerda esa horrible circunstancia, y agradece estar en el Uruguay con su esposa Anneliese, en su casa en Malvín.

Luego de la Primera Guerra Mundial, Alemania había quedado destruida. Las empresas quebraron, no había dinero y la tasa de desempleo era muy elevada. En ese contexto de pobreza surge la voz de Adolf Hitler. El político alemán no tardó en ganarse a la masa y su poderío creció con rapidez. “Nosotros no sabíamos el mal que estaba haciendo este hombre, no supimos de todas las atrocidades hasta finalizada la Segunda Guerra Mundial. Mi padre, por ejemplo, era simpatizante de Hitler, y no podía creer que hubiesen existido los campos de concentración, él decía que era todo mentira”, afirmó Anneliese.

“Nunca tuvimos problemas con los judíos, éramos indiferentes, pero no eran queridos, ya que tenían los mejores negocios y vendían las cosas más caras. La gente les tenía envidia”, confesó Richard.

Fue reclutado por el ejército alemán cuando tenía 21 años de edad. Todos los hombres que estuviesen en buenas condiciones debían alistarse como soldados. Por esa razón, al comienzo de la guerra, el padre de Richard le sugirió que se presentara, antes que fuera convocado, porque eso le permitía elegir el sector que quisiese.
Años atrás, en el liceo había estudiado varios idiomas – inglés, ruso, francés y latín- lo que nunca pensó que iba a tener tanta importancia. En el ejército comenzó a trabajar como telegrafista. Se lo mandó a Berlín, a la Escuela Militar de Lenguas, para mejorar la escritura del idioma ruso, idioma que les servía mucho a los alemanes.

Luego de un año de estudio acompañó al ejército alemán cuando éste invadió Rusia. El mismo día que atentaron contra Adolf Hitler -una bomba puesta en su escritorio explotó sin cumplir su cometido debido el grosor del mueble- él fue aprisionado por los rusos. Muchos de sus compañeros fueron fusilados. Él iba a sufrir con la misma condena si no hubiese gritado “momento, momento, mi madre es rusa”. Esa invención le salvó la vida.

Lo llevaron como prisionero a Siberia, y estuvo ahí seis años (1944-1950). Él era de los más jóvenes. Cada cautivo tenía una actividad. “A mí me tocó trabajar como traductor en las oficinas. Otros trabajaban en la cocina, en la limpieza y en las minas. Me salvó la vida saber hablar el idioma de mis captores. Como era de los pocos que lo sabían, me necesitaban. Por eso tenía ciertos beneficios, gozaba de una habitación más amplia y mayor cantidad de comida”. Lo cuenta con tranquilidad y un tanto emocionado.

Lo que más sufrió en esos años fue el clima, el tipo de alimentación y el estar lejos de su familia. En verano la temperatura sobrepasaba los 40° y en invierno los 40° bajo cero. “Yo todavía sigo sintiendo el frío de Siberia”, afirma Richard sentado en su amplio sillón con una estufa prendida a su lado. Usualmente, todos los días almorzaban y cenaban sopa de pescado con un trozo de pan. Podían tomar té cuando quisiesen porque los japoneses les mandaban grandes cantidades. No había ni fines de semanas ni días festivos. Todos los días eran iguales.

Los rusos nunca los agredieron físicamente, si hacían algo mal los castigaban dejándolos sin comer o mandándolos a las minas a trabajar. No fueron maltratados, sino que, hasta se hizo amigo de los guardias. A veces iba con ellos al pueblo que quedaba cerca de allí a tomar algo. No estaban encarcelados, porque sabían que no podían escapar. No había ni trenes ni vehículos en los cuales pudiesen huir. Si lo hacían, morían. No iban a resistir el frío y estaba lleno de lobos salvajes en las inmediaciones, que aullaban ferocemente por las noches.

“En una ocasión nos mandaron a juntar pares de zapatos que iban a ser enviados a través de barcos a la gente más necesitada. Con unos amigos ideamos el plan se separar los pares y enviar todos los de un pie derecho en un barco y los del izquierdo por otro. Lo hicimos como broma pero fuimos descubiertos y cada uno recibió una pena. A mí me condenaron a 25 años de prisión”.

Cuando era prisionero se comunicaba con su familia a través de cartas. Eran pocas y cortas. En ese momento tenía una novia, llamada Edith, con quien decidió deshacer el noviazgo porque no sabía cuánto tiempo iba permanecer encerrado. Cada vez fueron menos frecuentes las cartas y los padres al no recibir noticias de Richard, lo dieron por muerto. Por lo tanto, un año y medio antes de ser liberado, los padres abandonaron Alemania con un grupo de menonitas que se dirigían a Paraguay. El barco se averió y tuvieron que desembarcar en Uruguay.

El optimismo es lo que le hizo seguir con vida. Nunca creyó que iba a morir, siempre supo que iba a ser liberado. No le permitió a su cuerpo ser débil, no se enfermó nunca estando prisionero. Sin embrago, cuando fue soltado decayó varias veces. "Das schliemste da zu sein, war da zu sein"- lo peor de estar ahí, era estar ahí- afirmó con mirada triste.

Luego de finalizada la guerra, en los años 50, se lo liberó y regresó a Alemania muy delgado y sordo de un oído, debido a una granada que explotó cerca de él. En ese momento se entera que sus padres se habían ido a Uruguay y decide venir con ellos. Mientras tanto, comienza a trabajar en Berlín en un almacén.

Allí conoce a su actual esposa. “No teníamos mucho dinero después de la guerra. Mi madre me había pedido que fuera a comprar algunas cosas y él me atendió y me llenó el carro. Yo sabía que mi madre me iba a matar”, explicó Anneliese. Luego de ese momento, se vieron en el cine. Él estaba con dos chicas y ella había ido sola. Richard se deshizo de las mujeres y fue a hablar con Anneliese. Se llevaban diez años de diferencia. Él la invitó a tomar el té. Después de la salida, la acompañó a su casa y se despidió. “No me besó, yo no entendía por qué no lo había hecho”, contó divertida. Luego le confesó que tenía gripe y no la quería contagiar. Dos semanas después le pidió matrimonio.

En el Uruguay les costó mucho adaptarse. Ninguno conocía el idioma, pero Richard contó con la ventaja de haber estudiado latín, así que no le fue tan difícil. Anneliese dejó a toda su familia en Alemania y los extrañó mucho. Comenzaron trabajando en el Colegio y Liceo Alemán, él en la parte de mantenimiento y ella en la cantina. Tuvieron dos hijos, Cristina y Peter.

En la actualidad vive con su esposa en una casa en Malvín. Pequeña pero acogedora, Richard pasa los días en su sillón que da a la ventana, por lo general, leyendo. Cuando los días están lindos se sienta en el patio, lleno de plantas y flores, que mantiene con esmero. Con 88 años sigue encargándose de arreglar su jardín con la ayuda de su esposa. “A él le gusta hacer las cosas por sí mismo, es dedicado y detallista”, cuenta su nieto Alejandro.

Siempre abrigado, aunque el día amerite una simple remera, se preocupa porque todos los presentes estén cómodos. “Tome asiento”, “siéntese aquí que tiene mejor vista”, “¿no tiene frío?, esas son las frases que realiza a los visitantes. A toda persona extraña le comienza a contar sobre su participación en la guerra y no para de hablar sobre ello hasta que alguien lo corte. “Hitler era el diablo”, comienza a decir con decisión.

Su esposa lo atiende con dedicación, se preocupa de que este lo más confortablemente posible. 58 años de casados, él la mira con sus ojos celestes y sonrisa tímida y dice “aquí está la mujer de mi vida, voilà”.




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